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Metoxetamina y opiáceos inyectables
La metoxetamina, a menudo abreviada como MXE, es un anestésico disociativo y pertenece a la clase de drogas de la arilciclohexilamina, estructuralmente relacionada con la ketamina y la fenciclidina (PCP). Ejerce sus efectos principalmente al interactuar con sistemas receptores específicos del cerebro, sobre todo los receptores N-metil-D-aspartato (NMDA). Los receptores NMDA son un subtipo de receptores de glutamato, que desempeñan un papel clave en la neurotransmisión excitatoria y la plasticidad sináptica, procesos críticos para el aprendizaje, la memoria y la comunicación neuronal.
La metoxetamina actúa como antagonista de los receptores NMDA, lo que significa que bloquea la actividad de estos receptores. Al impedir que el glutamato se una a los receptores NMDA, la MXE interrumpe la comunicación normal entre las neuronas. Esta alteración provoca los efectos disociativos característicos, como el distanciamiento de la realidad, la alteración de la percepción de uno mismo y del entorno, y la sensación de estar "desconectado" del propio cuerpo, a menudo denominada despersonalización. Los usuarios pueden experimentar distorsiones en el tiempo, el espacio y la entrada sensorial, así como euforia o estados introspectivos profundos.
Además de su acción sobre los receptores NMDA, se ha descubierto que la metoxetamina afecta a otros sistemas cerebrales, en particular la dopamina y la serotonina. Se cree que inhibe la recaptación de dopamina, lo que provoca niveles elevados de dopamina en ciertas regiones del cerebro. Esto puede contribuir a las sensaciones de euforia, estimulación y recompensa que experimentan los consumidores. Su interacción con los sistemas de serotonina es menos conocida, pero existen pruebas que sugieren que la MXE puede tener efectos serotoninérgicos leves, contribuyendo potencialmente a las alteraciones del estado de ánimo y a las experiencias de tipo alucinógeno.
La MXE también interactúa con los receptores opioides, concretamente como agonista parcial del receptor μ-opioide. Esta actividad puede explicar las propiedades analgésicas (para aliviar el dolor) de las que informan algunos consumidores, aunque su interacción con los sistemas opiáceos es relativamente débil en comparación con los opiáceos clásicos.
Los opiáceos inyectables actúan interactuando con los receptores opioides del organismo, que forman parte del sistema nervioso y son los principales responsables de modular el dolor, la recompensa y los comportamientos adictivos. Los opiáceos son un subconjunto de los opioides, que son compuestos naturales derivados de la adormidera o fármacos sintéticos o semisintéticos que imitan estos efectos. Cuando los opiáceos se inyectan, entran directamente en el torrente sanguíneo y llegan rápidamente al cerebro, produciendo efectos rápidos e intensos.
El mecanismo de acción implica la unión a los receptores opiáceos, que son de diferentes tipos, siendo los más importantes los receptores mu, delta y kappa. La mayoría de los opiáceos inyectables se dirigen principalmente a los receptores opioides mu, que son los responsables de los efectos analgésicos (alivio del dolor) y eufóricos de la droga.
Una vez que el opiáceo se une al receptor mu-opioide, inicia una serie de cambios a nivel celular. En primer lugar, inhibe la liberación de neurotransmisores implicados en la transmisión de señales de dolor, como la sustancia P, el glutamato y otros. Esta inhibición disminuye la percepción del dolor, dando lugar a los potentes efectos analgésicos por los que son conocidos los opiáceos. Además, los opiáceos activan una cascada de señales que aumentan la liberación de dopamina en zonas del cerebro asociadas a la recompensa, como el núcleo accumbens. El aumento de dopamina es lo que produce la intensa euforia y sensación de bienestar que experimentan los consumidores, lo que hace que estas drogas sean altamente adictivas.
Algunos ejemplos de opiáceos inyectables son la heroína, la morfina y el fentanilo.
- La heroína (diacetilmorfina) es un opiáceo semisintético derivado de la morfina, especialmente conocido por su alto potencial adictivo.
- La morfina es un opiáceo natural que suele utilizarse en entornos clínicos para el tratamiento del dolor agudo.
- El fentanilo es un opiáceo sintético mucho más potente que la morfina y la heroína. Se utiliza con fines médicos para tratar el dolor intenso, sobre todo en pacientes con cáncer o durante intervenciones quirúrgicas.
Además, inyectarse opiáceos conlleva riesgos adicionales relacionados con el método de administración. Compartir agujas o utilizar material de inyección sucio aumenta el riesgo de contraer enfermedades infecciosas como el VIH, la hepatitis B y la hepatitis C. El uso crónico de inyecciones también puede causar daños en las venas, infecciones en los puntos de inyección y abscesos.
La combinación de metoxetamina (MXE) con opiáceos inyectables puede dar lugar a interacciones peligrosas e impredecibles debido a los efectos que estas sustancias tienen sobre sistemas neurotransmisores que se solapan, especialmente en el sistema nervioso central del cerebro. Tanto la MXE como los opiáceos actúan sobre las vías cerebrales de la recompensa y el dolor, pero lo hacen de formas diferentes, lo que puede amplificar los riesgos cuando se utilizan conjuntamente.
Ambas sustancias pueden ralentizar la respiración de forma independiente y, cuando se combinan, este efecto puede verse peligrosamente amplificado. Los efectos sedantes de los opiáceos combinados con las propiedades disociativas de la MXE pueden hacer que los consumidores pierdan la conciencia de su estado físico, lo que aumenta el riesgo de sobredosis. Además, la disociación de la MXE puede mermar la capacidad del consumidor para reconocer las señales de alarma de una sobredosis, como la respiración superficial o la somnolencia extrema.
La combinación también puede provocar un mayor esfuerzo cardiovascular. La MXE eleva la frecuencia cardíaca y la presión arterial, mientras que los opiáceos, dependiendo de la dosis, pueden reducir o afectar de forma impredecible a la frecuencia cardíaca. Este desajuste podría estresar el sistema cardiovascular, aumentando el riesgo de arritmias, insuficiencia cardiaca u otras complicaciones graves.
Psicológicamente, la combinación de los efectos disociativos de la MXE y la euforia de los opiáceos puede exacerbar la confusión, la paranoia y las alucinaciones. Los consumidores pueden experimentar una profunda desorientación, ansiedad o ataques de pánico, sobre todo porque la MXE puede provocar un estado conocido como "M-hole", un profundo estado disociativo similar al "K-hole" de la ketamina que, si se mezcla con opiáceos, puede conducir a un estado mental peligrosamente alterado en el que el consumidor puede desvincularse de la realidad, lo que aumenta el riesgo de sufrir daños.
En resumen, la combinación de metoxetamina con opiáceos inyectables aumenta enormemente los riesgos de depresión respiratoria, problemas cardiovasculares y alteraciones psicológicas graves. Esta combinación tiene un alto potencial de sobredosis y muerte, sobre todo porque ambas drogas pueden suprimir las funciones vitales y mermar la capacidad del usuario para responder a las señales de peligro.
Teniendo todo esto en cuenta, recomendamos evitar esta combinación bajo cualquier circunstancia.
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